La pesca, más que cualquier otro sector de producción de alimentos, se caracteriza por la incertidumbre de las condiciones de producción. Los pescadores nunca están seguros de lo que pescarán; y que lo que desembarquen convendrá a los compradores. El origen del problema es un hecho básico, a saber, que en el sector no existe un régimen de propiedad privada de los criaderos. Esta es la principal causa de la tendencia natural a la explotación irracional de los recursos, según la creencia errónea de que como los recursos son de todos y de nadie, pueden ser atacados libremente. Y este concepto tan extendido es la primera barrera a superar por los propios operadores.

“Fuera de la vista, fuera de la mente” estas palabras resumen la actitud que hemos tenido hacia el mar durante siglos.

Necesitamos dar un salto cualitativo y cambiar nuestra visión de las cosas, no repetir los errores del pasado, formar una mentalidad más responsable, un enfoque diferente en la gestión del territorio marino, formar esencialmente una cultura de respeto por los recursos.

Para gestionar la pesca en el Mediterráneo, la perspectiva nacional ya no es suficiente, la cooperación con los países transfronterizos es un requisito previo indispensable.

Muchos de los desafíos a los que se enfrentan los mares de Europa son globales.

En los últimos años, el atún rojo ha pasado de estar sobreexplotado a una recuperación progresiva cuyas cuotas han aumentado un 20% cada año, gracias a un gran esfuerzo internacional liderado por la UE.

Esto demuestra que las medidas adecuadas adoptadas por todos los países transfronterizos y, respaldadas por un fuerte compromiso del sector, pueden ayudar a reconstruir el recurso y garantizarlo para las generaciones futuras. La mejora de las poblaciones de atún rojo es un éxito económico y medioambiental. El uso sostenible de nuestros mares es fundamental. Vital. Ya no es posible: negocio y bienestar deben ir de la mano.

En los últimos años, en Italia, para el sector atunero, se ha aplicado un cuestionable principio de división de cuotas. El quid de la cuestión -que se debate estos días- es la cuota de 600 toneladas que tiene que repartir el ministerio entre los distintos sistemas de pesca. Un coro de protesta se eleva desde los territorios sicilianos. Piden la aplicación del «principio de sostenibilidad económica», piedra angular de la UE.

Básicamente, destinar un gran porcentaje del aumento de la cuota de túnidos a capturas incidentales a favor de palangreros y pesqueros ya autorizados para capturar pez espada que, inevitablemente, acaban capturando atún rojo de forma accidental. Una distribución justa sirve para reequilibrar el mercado y evitar estafas y actividades ilegales que se imponen a los pescadores. Pero el ministro y el subsecretario hicieron oídos sordos, prefieren el cerco. Si los parámetros de distribución para 2018 -como se anunció- serán los mismos que los sancionados en el trienio 2015/2017, esto no hará justicia a las expectativas de muchos palangreros. Entonces, o bien se prevé una distribución más equitativa o, alternativamente, se suspende este acto y se confía al próximo gobierno, legítimamente elegido por los italianos, la carga de tratar un tema tan importante y delicado, para la sostenibilidad económica de muchos pescadores honestos. . Y recuerda siempre que la obligación primordial es garantizar el futuro “tanto de los recursos como de los pescadores”.